Hoy quiero hablar de mi padre.
De él he dicho, últimamente, que fue un hombre de pocas letras, pero sabio.
Mi padre no fue a la escuela. Aprendió a leer y escribir en casa por su padre y su madre.
La vida no fue fácil para él. Menos con un hijo que nació delicado de salud y a quien los médicos no le encontraban el tipo de enfermedad, menos la cura.
Quizo el Creador que en ese peregrinar de las familias de mi padre y mi madre, mi abuela materna encontrara a un médico asiático que encontró la solución a mi problema de salud: Llevarme a un lugar a la orilla del mar y alimentarme con puré de papa en mi tierna infancia y posteriormente incluir papa en mi dieta.
Nací en Río Verde, SLP; viví en Cd. Fernández y me trajeron a Tampico, Tamaulipas poco antes de que cumpliera dos años de edad.
Y es aquí donde la vida me recibe y la tierra que me acogió benigna por su brisa marina.
Mi padre, de la vida rural, se vino a la vida urbana. Todo el que haya migrado del campo a la ciudad sabe lo difícil que es adaptarse a una vida nueva, entre tanta gente diferente y en una competencia feroz, salvaje, casi mortal.
Nosotros sobrevivimos. El precio fue alto para mi padre y para mi madre. Yo, lo sigo pagando